Alegría y hospitalidad desbordantes.

Hace tres años no íbamos a Pucón, que es donde vivimos en los años 2011 y 2012.

El miércoles 19 de febrero viajamos de sorpresa, en el auto que nos prestó mi cuñado (linda muestra de generosidad).

Recorrimos varios lugares que nos traían recuerdos, fuimos a la playa grande y pasamos a visitar apenas dos hogares.

En primer lugar fuimos a saludar a la herman Leontina Riquelme, con quien vivimos grandes momentos en el pasado. Ella es una mujer cristiana de buen testimonio, que se caracteriza por su alegría y hospitalidad.

Nos acogió, nos compartió unas humitas que tenia, nos sirvió mate y nos pidió perdón por el poco queso que podía ofrecernos. Nos hizo reír con sus anécdotas y comentarios, pero lo mejor fue que nos dio a nosotros y a nuestros hijos una gran lección de hospitalidad.

El segundo hogar fue el de un amigo y ex compañero de curso de Samuel. Su nombre es Flavio, y sus padres son el hermano Alejandro Jara y su esposa Any.

Aquí también lo pasamos muy bien. Nos reímos con ganas, compartimos verdades de la Palabra de Dios y -al igual que la hermana Leontina- nos dieron ricos alimentos: duraznos recién cortados de la mata, tortilla de rescoldo hecha en casa, mate y unas gigantescas láminas de queso como nunca habíamos comido antes (ahí entendí porqué nuestra anterior anfitriona pidió disculpas por el queso).

Nuevamente quedó grabada en nosotros una tremenda lección de hospitalidad, rodeada de un ambiente de alegría. Sencillamente maravilloso.

El tesoro de tener una familia.

Gracias a Dios, tenemos una hermosa familia.
Fue hermoso reunirnos las 3 generaciones (por la línea de Ruth) en este verano. Cada uno tiene su valor y aporte en esta familia. Cuando yo fui niño casi no conocí a ningún abuelo, tíos ni primos (aunque tenía 18 tíos en total, contando los 9 de Chile y los 9 de Paraguay), así que es especial que mis hijos estén plenamente conectados con los demás.

¡Lucharé por mi esposa hasta el fin!

A mediados de enero participé en una excelente capacitación docente en el área de lenguaje, impartida por la Fundación Astoreca.

Cuando llegó el momento de ejercitar la «Lectura comentada», hicimos un gran círculo y leímos el cuento indio titulado «El pájaro manos y el pájaro libre». Por si no lo conoces, se trata de una golondrina libre que se enamora de un ruiseñor que vive en una jaula. El ruiseñor también llega a amar a la golondrina pero el temor al cambio fue más fuerte, de modo que se entristecieron por no poder estar juntos.

Luego de la lectura, todos escribimos en nuestros cuadernillos nuestra opinión acerca de «Qué soluciones son posibles para este problema».

Minutos después correspondió compartir los escritos y unas 10 profesoras leyeron sus textos, quienes en su mayoría se referían a proponer formas en que los protagonistas venzan los obstáculos y triunfen en la consolicación de su amor.

En la ronda de lectura yo ocupaba el último lugar y -de paso- era el único hombre en la sala. Lo que leí fue lo siguiente:

Qué soluciones son posibles para este problema

Creo que de partida, hay que fijarse bien de quién uno se puede enamorar o no.

Por una parte, el ruiseñor y la glolondrina son dos especies distintas, por lo que no podrian reproducirse.

Por otro lado, si se hubieran dado tiempo para conocerse, probablemente se habrían dado cuenta que sus vidas iban por caminos diferentes.

Santiago Castro Leguizamón

Mi opinión sosprendió un tanto porque era diferente al resto (no tenía nada de romántica), y como dijo la monitora «ahi se nota que los hombres son de Marte y las mujeres son de Venus».

Nos reímos un momento, y yo tras una pausa, pedí la palabra y dije que realmente esa era mi opinión, pero les aseguré que aunque parezca muy frío o insensible, ¡YO LUCHARÉ POR MI ESPOSA HASTA EL FIN!

¡Es que la encontraste!, dijo la relatora… y tenía razón.

Lucharé por mi amada Ruth Liempi Gallardo, hasta el fin.

Foto de mi respuesta.

Profesor Bandurria

Reflexiones y vivencias de Santiago Castro Leguizamón.

Crónicas Personales

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